Lengua administrativa

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Lengua administrativa

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Una lengua administrativa es aquella que es adoptada como única para ser utulizada en la comunicación de una Institución o un Estado. El concepto de lengua administrativa está relacionado con el concepto de lengua oficial, que sería aquella que todos los súbditos de un Estado, por una legislación superior, tienen obligación de conocer. Esto significa que todas las lenguas oficiales son administrativas, pero no todas las administrativas son oficiales.

También se relaciona con los conceptos de lengua diplomática (la usada en las relaciones internacionales, como lo fueron el caldeo, el arameo, el griego y el latín en la Antigüedad, el mismo latín en la Edad Media occidental y en los primeros tiempos de la Edad Moderna; el español en los siglos XVI y XVII; el francés en el siglo XVIII y XIX y el inglés desde mediados del XX a nuestros días), de lengua de comunicación (la que utilizan una serie de comunidades con intereses comunes, aunque no todas ellas la tengan como vernácula; por ejemplo, el español en América, o el uso del inglés en la comunidad científica) y lengua comercial (la que se usa para establecer y mantener relaciones comerciales, como el chino mandarín en el comercio oriental, o el inglés en el mundo económico actual). (Véase lingua franca.)

Las primeras lenguas administrativas en Occidente son el griego y el latín: su aplicación supone la desaparicón de la mayor parte de las lenguas prerromanas occidentales y orientales durante el Imperio. En la Edad Media, el latín es sustituido, poco a poco, por los romances y las lenguas germánicas. La primera lengua moderna que puede ser considerada como administrativa es el castellano, según las ordenaciones de Alfonso X el Sabio, a mediados del siglo XIII, que lo impone en toda la adminstración de la Corona de Castilla; en el siglo XIV el castellano se convierte en lengua administrativa en Aragón y Navarra, sustituyendo al latín y al navarro-aragonés. Poco a poco, todas las Cortes europeas van asumiendo sus lenguas vernáculas como administrativas, proceso que culmina a fines del siglo XV.

A partir de 1500 la tendencia a la multiplicación de lenguas administrativas se invierte, ya que impedía el buen gobierno de los Estados que se aglutinan en esta época. Así, es Francisco I de Francia el primer monarca que impone una lengua sobre las demás que se usaban en su reino: en 1501 prohibe el uso de cualquier lengua que no sea el francés en la comunicación administrativa y en el ámbito judicial. Este ejemplo se sigue en los Estados italianos (que van adoptando el toscano), en el Sacro Imperio (donde se generaliza el alemán, arrinconando variantes germánicas, las lenguas eslavas y las lenguas fino-ugrias) y en Gran Bretaña (se prohibe el uso administrativo de las lenguas célticas), y, ya en el siglo XVIII, en España (se impone el uso administrativo del castellano a todos los territorios; véase Decretos de Nueva Planta).

[editar] Véase también

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